Los primeros rayos de sol
marcaron su despedida,
la pesadilla se hizo real
y el frío caló en sus vidas.
Dos almas encadenadas
y obligadas a existir
una realidad alternativa.
Una la acaricía en
las noches mientras la abriga,
otra, en la madrugada,
le jura que no la olvida.
La mano fantasmagórica
se enlaza entre sus dedos
y en el silencio abismal
dos suspiros se escuchan
retumbando en la oscuridad.
¿Habrán promesas de amor
en las lápidas de piedra
cuando el amor inalterable
sus almas encadena?
Una muerta, una viva,
esa es su condena.
Y si miras sus pupilas
en ellos reflejados
seguirá su amada.
Ahí es donde la guarda,
en un baúl bajo llave,
con mil guardias reales.
Ya que al estrecharse el velo
allí ella la espera,
bajo un cielo secreto
donde se encontrarán
amándose sin prisas
y vivirán enamoradas
la eternidad... y un día.
© Anna G. Morgana